jueves, 17 de agosto de 2017

El renacimiento cultural de Belalcázar... y de sus vecinos



© María Dolores Rubio de Medina, 2017

El pasado 13 de agosto de 2017, asistí a la representación popular de la obra teatral del autor Francisco Benítez —excelente homenaje en el año de su fallecimiento—, titulada: El Halcón y la Columna, al hilo de la cual realizo esta entrada.
La representación se engloba dentro de las iniciativas de participación popular que están tan arraigadas en los pueblos del norte de Córdoba. Estas actividades están potenciando la cultura y el turismo rural a través del esfuerzo colectivo de sus habitantes, que dedican su trabajo personal (horas de ensayos, de montaje, etc., en definitiva, de colaboración colectiva muy bien capitalizada desde la Corporación local que financia la mayor parte del presupuesto para sacar adelante la obra) y económico a un objetivo común, logrando con ello, la satisfacción de sus habitantes, al tiempo que ponen el nombre de su pueblo, durante unos días, en la diana de las noticias de verano, logrando atraer visitantes foráneos.
Entradas
Monasterio Santa Clara de la Columna, Patio de la Huerta.
La línea temporal de la obra El Halcón y la Columna, abarca a un período de unos cincuenta años (siglo XV); por su parte, la línea argumental principal se centra en relatar el auge, la consolidación y la caída de don Alonso de Sotomayor, Señor de Belalcázar. La consolidación del poder es abordada por este personaje como la conquista de un imperio: es decir, arrebatando las tierras de otros para engrandecer las propias, en este caso, las del Monasterio de Guadalupe. Esta expansión del patrimonio propio provoca el enfrentamiento de don Alonso con el poder religioso, por lo que es excomulgado, antes de perder la vida en manos de su propio halconero. Este Señor que representa al poder terrenal se simboliza a través del halcón al que se refiere el título de la obra; siendo su mujer, doña Elvira de Zuñiga, el dique contra el que chocan las ansias de poder del esposo, al que reprocha sus excesos, al tiempo que procura que los hijos de ambos se encaminen por senderos en los que no tengan que engrandecer su poder a costa de arrebatar el patrimonio de otros. La lucha emprendida por doña Elvira está representada en el simbolismo de la columna —un trozo de columna manchada por la sangre de Cristo—, piedra sobre la que se asentará la fundación del Convento de los Franciscanos, más tarde Convento de Santa Clara de la Columna; y tiene su desenlace cuando Gutierre, el primer Conde de Belalcázar, opta por abrazar la vida religiosa —la columna— y rechazar la vida terrenal —el halcón— cediendo el Condado a su hermano; quedando para la historia con el nombre de Fray Juan de la Puebla, fundador de la Santa Provincia de los Angeles.

Escenas de baile y cante, en la primera parte.

La obra teatral, excelentemente representada por unos 150 vecinos de la localidad de Belalcázar y magistralmente dirigida por Javier Ossorio, fue representada durante cuatro días (del 10 al 13 de agosto), con aforo completo, asistiendo más de 800 espectadores cada día. Entre tantas cosas, destaco la maravillosa puesta en escena y la sobriedad de sus decorados que aprovechan la disposición natural de las arcadas del patio interior del Monasterio de Santa Clara de la Columna, en la zona que da al amplio Huerto. El juego de luces y la atmósfera creadas por los escasos recursos disponibles (luces y humo proyectadas sobre el conventual edificio) se veía potenciado por un sonido excelente que permitía seguir sin dificultad los diálogos; así como por el buen hacer de una orquesta barroca, una de las innovaciones de este año. 

Orquesta barroca.
El colorido y acertado vestuario, junto con la cuidadosa recreación de la vida del siglo XV, muy lograda al desfilar por el escenario, soldados, gentes del pueblo, mancebas, grupos de baile, diversas monturas y un halcón, animal que sobrevuela sobre el público, hacían muy creíble toda la obra, a pesar de tratarse de actores no profesionales. Toda esa puesta en escena provocaba el interés de los espectadores, los cuales permanecían atentos a lo que ocurría en el escenario hasta el desenlace.

La despedida de todos los participantes en la obra,
incluyendo los que permanecen tras el escenario y las autoridades locales.

Conviene señalar que en El Halcón y la Columna no nos encontrábamos ante una historia como las demás, de esas que finalizan cuando cuando cae el telón. Los espectadores no asistimos sólo a la representación de una obra de teatro popular en la que no hay que plantearse grandes cuestiones, puesto que, aunque lo es, no era sólo entretenimiento. Ante nuestros ojos se representó nuestra historia, el origen del sistema administrativo —vinculado a la provincia de Extremadura hasta el 1830/1833— y el triunfo del sistema religioso —vinculado desde siempre al Obispado de Córdoba—; los dos polos sobre los que se asienta la estructura política, cultural y social actual de la Comarca, aunque ya estemos en el siglo XXI. La razón se encuentra en que los espectadores conocían el desenlace de esa historia, la que sucedió después de culminar la construcción de esa «torre alta para poder mirar el sol cara a cara», la cual dio origen al desparecido Condado de Belalcázar —como estructura política administrativa propia—. 
Al día de hoy, el «Bello Alcázar», esa torre magnífica rodeada de una cadena de piedra, es un mero decorado vacío, como de cartón, que llena el horizonte; mientras que el Convento, al que se ha visto, no hace mucho tiempo con los techos caídos, continúa siendo un lugar donde crecen las vocaciones y la historia viva, como se descubre en la Exposición dedicada a Fray Juan de la Puebla
Cartel oficial de la Exposición "EnAmorArte", dedicada a Fray Juan de la Puebla.
Interior del edificio superior del Convento.
A través de estas iniciativas, la gente se ve inmersa en la lenta recuperación de una parte del esplendor del pasado. Por eso, no solo asistimos a la representación de una obra teatro sino al desarrollo de nuestra historia, hasta el punto que con la caída del telón, te inunda un gran desasosiego, cuando reparas que en la batalla entre el poder terrenal (el halcón) y el celestial (la columna), las pequeñas edificaciones destinadas a albergar el desarrollo del espíritu, son las que han sobrevivido, una vez que lograron sobreponerse a la pérdida del pequeño poder terrenal que sostenía al Monasterio, ocasionado por la desamortización de las tierras y otras desgracias, como la devastación provocada por los franceses y la Guerra. 

El Castillo, símbolo del poder terrenal del Condado de Belalcázar.

Hoy, ni siquiera el título del Condado Belalcázar se conserva en manos de las grandes familias de la nobleza que tuvieron vínculos reales con la zona, a diferencia del Monasterio, que continúa siendo un referente vivo y que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Ha continuado con sus tradiciones (la autosubsistencia mediante los productos de la huerta y la venta de repostería) y ha impulsado novedades al abrir las cerradas puertas de un edificio de clausura para mostrar las maravillas artísticas que alberga y  permitir la realización de representaciones, con la finalidad de reinvertir el excedente en el mantenimiento del propio edificio.

Camino de acceso al Monasterio.

Exterior de la iglesia del Monasterio de Santa Clara.
El renacimiento cultural de Belalcázar es uno de los rasgos distintivos que se están produciendo en Los Pedroches, donde las corporaciones locales son conscientes del hecho diferencial, el cual permite generar cierta economía que se basa en resaltar lo propio, vinculándolo a la cultura como medio de atraer los visitantes. Por ello es esencial que las obras populares no coincidan en el mismo año y en el mismo mes, como ocurría con El Halcón y la Columna y La vaquera de la Finojosa; si bien, aunque por razones de presupuesto es poco menos imposible que puedan representarse cada año, si sería deseable que algunas escenas o partes de las mismas se representaran con más regularidad en ambientes más reducidos y para menos espectadores para generar un flujo de visitantes más continuo. No tiene sentido que pueblos agrícolas y ganaderos, como ha sido tradicionalmente la zona de Los Pedroches —salvo Pozoblanco—, compitan entre sí en actos culturales arrebatándose «los cinco minutos de gloria» a los que todos tenemos derecho, según Warhol, y compitan durante unos días compartiendo las noticias de los escasos diarios en papel que continúan editándose y en los noticiarios de las televisiones locales y nacionales. El esfuerzo colectivo, en el que Belalcázar ha sido un referente culminando de forma muy satisfactoria la tarea que se había impuesto, debería de seguir potenciándose de forma, igualmente, colectiva, para sobrepasar los límites municipales y abarcar a una zona más extensa, porque cómo ocurre en la obra teatral, poner la atención en un símbolo del poder religioso, el Monasterio de Santa Clara —al menos hasta que, por fin, culmine de alguna manera la reconstrucción del Castillo de los Sotomayor—, redunda en la prosperidad del poder terrenal y de sus vecinos. No nos olvidemos de esa necesidad, pues todos los habitantes del Condado de Belalcázar somos pueblos candidatos a incrementar la lista de los pueblos de la España vacía.

Por eso, para llenar la Comarca, allí estaremos cuando al año que viene —o dentro de cuatro años— se vuelva a levantar el telón, ocupando esas butacas.

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